El Evangelio según Tomás
- Nosis
- 29 jun 2020
- 11 Min. de lectura
Actualizado: 11 ago 2020
¿El quinto evangelio perdido de la Biblia?

Inicio del Evangelio según Tomás. Papiro perteneciente al Códice II, hallado en Nag Hammadi
Por Daniel Hurtado
Para el cristianismo (y cualquiera de sus ramas) y demás congregaciones que reconocen a Jesús de Nazaret como salvador, maestro y figura de autoridad, el Nuevo Testamento representa el conjunto de manuscritos que da sostén a sus enseñanzas; y cuya redacción, realizada entre la segunda mitad del siglo I y la primera mitad del siglo II, fue inspirada por Dios. Por lo tanto, son 27 textos los que tienen el beneficio de ser considerados divinamente inspirados, condición que los volvió automáticamente válidos para formar la base de la doctrina cristiana. Esa es la historia que muchos conocen detrás de la creación de este sagrado apartado bíblico.
Sin embargo, pocos conocen el hecho de que, en el lapso de tiempo antes citado, no hubo solo 27 libros concernientes a los hechos de Jesús, de los apóstoles y de la iglesia cristiana primitiva, sino que hubo más de cincuenta escrituras que también hablaban sobre la vida y enseñanzas de Cristo y las de sus discípulos. Obras como la Tercera carta de Pablo a los Corintios, el Apocalipsis del apóstol Pedro y, el que nos ocupa en esta ocasión, el Evangelio según el apóstol Tomás, circularon y se leyeron durante los primeros siglos, cuando la religión cristiana iba adquiriendo auge y poder; y se leían con la misma naturalidad que los textos que hoy constituyen la Biblia.
Cómo fue descubierto el Evangelio según Tomás
En 1945, en una ciudad llamada Nag Hammadi, ubicada en el Alto Egipto, un grupo de campesinos, todos hermanos, halló una vasija que contenía trece códices de papiros, encuadernados en cuero y redactados en copto, una antigua lengua egipcia cuyos caracteres fueron tomados de la lengua griega. Los campesinos ignoraban completamente que ese recipiente lleno de textos milenarios contenía la historia de un cristianismo temprano y divergente; hasta la madre de ellos, también ignorante del contenido e importancia de los escritos, quemó porciones considerables de ellos.
Afortunadamente, Muhammad Alí al-Samman, uno de los campesinos que encontraron la vasija, sospechó del valor que estos manuscritos poseían. Así que le contó la noticia del descubrimiento a un sacerdote de la ciudad llamado al-Qummus Basiliyus ‘Abd al Masih, quien, a su vez, comunicó la existencia de dichas antigüedades a su hermano Raghib Andrawus, que oficiaba como historiador. Como un efecto dominó, la noticia llegó a oídos de muchas personas de varias partes del mundo con profesiones afines a la historia, la arqueología y la teología; uno de ellos fue el célebre siquiatra Carl Gustav Jung. Después de exhaustivas investigaciones y estudios, se comprobó que dichos textos eran auténticos y que, efectivamente, pertenecían a viejas tradiciones cristianas, antes conocidas parcialmente en escritos eclesiásticos que, en mayor o menor medida, las condenaban. De esa forma, una luz iluminó una nueva parte en la historia de la religión más influyente del mundo.
Llamaron mucho la atención los nombres de obras tales como los Hechos de Pedro y los doce apóstoles, el Apocalipsis de Pablo, el Libro secreto de Santiago, entre muchos otros; de entre los cuales, se encontró una copia completa de lo que hoy se conoce como el Evangelio según Tomás, uno de los doce apóstoles de Jesús, que ha sido retratado por la historia y la tradición como un hombre sin temor frente al martirio, pero, principalmente, también como un incrédulo cuando se enteró de la resurrección de Cristo.
Cabe resaltar que a finales del siglo XIX, durante unas excavaciones en Oxirrinco, Egipto, se encontraron fragmentos sueltos de un texto de desconocida procedencia. Con el pasar de las décadas y tras el descubrimiento en Nag Hammadi, los estudiosos revisaron dichos fragmentos y se dieron cuenta de que pertenecían a este documento tomasino, pero con la singularidad de que estaban escritos en griego, el mismo idioma en que fueron escritos todos los textos del Nuevo Testamento. Esto ha dado pies a la teoría de que existieron copias más antiguas del Evangelio de Tomás; y que incluso la creación del manuscrito original se remonta al primer siglo, al mismo tiempo o quizá antes de que se escribiera el Evangelio según Marcos, el cual, según los historiadores y estudiosos, fue el primero de los cuatro en ser escrito.
¿Qué contiene este evangelio?
Lo que primero se puede notar sobre este documento es su sobrio contenido respecto a Jesús. A diferencia de los otros evangelios, este no hace mención alguna sobre el nacimiento, milagros, sermones, pasión, muerte y resurrección de Jesucristo; solo se limita a dar cuenta de sus enseñanzas, expresadas en parábolas, metáforas y dichos. Carece completamente de alguna narrativa.
“Estas son las palabras ocultas dichas por Jesús el viviente, y que Judas Tomás, el gemelo, consignó por escrito.”
Así es la introducción de este manuscrito, la cual declara y deja constancia de que su contenido y énfasis consisten solamente en las palabras pronunciadas por el mismo Jesús. En total son 114 dichos los que hacen parte del documento. La mayoría de estos comienzan con la fórmula “Jesús dijo…” Algunos de estos proverbios son muy escuetos, mientras que otros componen un largo párrafo o en ocasiones dos.
Varios de estos dichos y palabras coinciden con los registrados en los evangelios canónicos, pero otros, al parecer, son únicos y exclusivos de este evangelio. Tal es el caso del dicho 77, que dice:
“Jesús dijo: Soy la luz que ilumina sobre todo. Yo soy todo. De mí viene todo y a mí todo va. Partan a la mitad un trozo de madera y ahí estoy. Levanten una piedra y ahí me encontrarán”.
También hay dichos que, si bien se asemejan a los conocidos en el Nuevo Testamento, difieren notoriamente de ellos, como es el caso del dicho 79, que dice:
“Una mujer que se encontraba en medio de la multitud le dijo: Bendita la matriz que te dio a luz y los senos que te amamantaron. Él le respondió: Benditos los que han escuchado la palabra del Padre y la cumplen. Pues vendrán días en que ustedes dirán: Bendita la matriz que no concibió y los senos que no amamantaron”.
Estas palabras de Jesús están registradas únicamente en el Evangelio según Lucas, en los versículos 27 y 28 del capítulo 11, con la salvedad de que la segunda parte, la que dice “Pues vendrán días…”, se encuentra ausente en el manuscrito canónico, mientras que en el de Tomás sucede lo contrario. Este no es el único caso en que ha habido diferencias respecto a ciertos pasajes de los evangelios, pues durante el relato de la crucifixión de Jesús, en los Evangelios de Mateo y Marcos se menciona que los dos ladrones que fueron crucificados a la izquierda y derecha del nazareno, se burlaban de él, ya que habiendo hecho milagros, no hacía nada por salvarse a sí mismo. Mientras que en el de Lucas, se dice que uno de ellos le mostró respeto y creyó en él.
Otro aspecto a tener en cuenta de este evangelio es el lenguaje que emplea Jesús al enseñar. Es bien sabido que el maestro se valía de parábolas y simbolismos complejos al momento de predicar, a tal punto que muchos no comprendían lo que decía. No obstante, las palabras que se consignan en este evangelio muestran a un Jesús más críptico en su modo de hablar. Un ejemplo de esto se puede apreciar en el dicho 7:
“Jesús dijo: Bendito el león que al ser comido por un hombre, se vuelve hombre. Pero condenado el hombre que al ser comido por un león, se vuelve hombre”.
Este tipo de enseñanzas es lo que ha hecho dudar a muchos sobre la veracidad del documento, sobre si es un registro fehaciente de las palabras salidas de los labios de Cristo.
El Evangelio según Tomás, asimismo, refleja algunas creencias y tendencias que hubo en un cristianismo temprano. Estas son algunas:
Aunque en los evangelios bíblicos no se habla de que existiera una supremacía del hombre sobre la mujer respecto a cuestiones eclesiásticas (ni que debía haber una), el último dicho del evangelio tomasino indica una posible discriminación contra la mujer, que se vivía en los tiempos de Jesús. Pedro le dice a su maestro que una discípula llamada María (se desconoce si era Magdalena o alguna otra de las mencionadas en los demás evangelios), no merecía estar con ellos y que debía apartarse, pues “solo los hombres son dignos de la vida”. A lo que Jesús sale en defensa de aquella mujer y le responde, nuevamente de una forma extraña, que él “la hará varón, para que ella se vuelva un espíritu viviente. Pues toda mujer que se haga hombre entrará en el Reino de los Cielos”. Aunque, con algo de esfuerzo, el significado de dicho pasaje parezca consistir en que las mujeres pueden estar al nivel de los varones en materia de espiritualidad, el lenguaje utilizado en ese diálogo no deja de anonadar al momento de leerlo o escucharlo. Vale aclarar que, aunque lo anterior suene muy enigmático, esa forma de hablar de Jesús también se ha visto en los evangelios que se consideran canónicos. Como en la conversación que sostuvo con el fariseo Nicodemo. En aquel pasaje, Jesús le dice que es necesario volver a nacer para poder ver el Reino de Dios, a lo que el fariseo reacciona perplejo, pues creyó que Cristo hablaba, literalmente, de nacer nuevamente del vientre materno para ver el Reino.
En los evangelios canónicos, el apóstol Pedro es designado por el propio Jesús como líder en cuanto a la propagación de sus enseñanzas, o como dicen los evangelios: “será la piedra sobre la cual se erigirá la Iglesia”. Sin embargo, en Tomás, en el dicho 12, se da a conocer que Santiago, el Justo, un individuo que jugó un papel crucial en el surgimiento de la primera iglesia cristiana en Jerusalén, y que a menudo se identifica como “el hermano de Jesús”, también fue designado por el rabí como líder de la Iglesia. Esto ha hecho ver en algunos expertos una posible rivalidad entre congregaciones cristianas que se adscribían a determinadas enseñanzas apostólicas (si es que, en realidad, este evangelio quiso comunicar más bien que Santiago fue el verdadero sucesor escogido por Jesucristo y no Pedro). La preferencia de Jesús sobre determinados apóstoles y discípulos fue primordial para los integrantes de las nacientes congregaciones cristianas, pues dependiendo de la autoridad que estas figuras tuvieran, los miembros adoptarían y sostendrían ciertos principios y costumbres en lo tocante a la vida eclesiástica.
Algo que se destaca mucho sobre la figura de Jesús es su desdén frente a las estrictas normas de su ambiente (las cuales no solo eran sociales, sino más que todo religiosas). Tal rasgo puede apreciarse en los evangelios que figuran en la Biblia, y el de Tomás no es la excepción. De la misma forma, manifiesta un descuerdo con dichas costumbres, aunque quizá de una manera más atrevida. En el dicho 6, los discípulos le preguntan a Jesús sobre la manera en que deben orar, ayunar, comer y dar limosnas. El maestro responde mediante una evasiva, diciendo:
“No mientan ni hagan lo que odian, Todo es esclarecido ante el Cielo. No hay nada escondido que no termine por ser revelado, ni nada permanece cubierto sin que llegue a ser exhibido”.
La oración, el ayuno, la dieta y las obras de caridad eran muestras de piedad dignas de admiración en la sociedad israelita. Por tanto, Jesucristo enseñó que no basta con rezar, ni ayunar ni nada de eso para ser considerado justo. En primera instancia es necesario que haya transparencia en el ser humano y coherencia en sus actos. Dicho de otro modo: primero hay que comenzar por no ser hipócritas; de nada sirve hacer grandes obras a la vista de todos y ganarse sus alabanzas, si en el interior hay mentira y doble moral. Estas denuncias contra la hipocresía, especialmente la de las autoridades religiosas, son típicas en los discursos de Jesús que se anotaron en los manuscritos canónicos.
¿Por qué el Evangelio según Tomás no se encuentra en la Biblia?
A pesar de que esta escritura alude a Jesús, el personaje más importante en el cristianismo, y gran parte de sus enseñanzas están en sintonía con las registradas en el Nuevo Testamento, muchos profesionales, como el arqueólogo Robert R. Cargill, consideran el contenido de este escrito como perteneciente a la tradición gnóstica. El gnosticismo fue un sistema de creencias rayano en lo esotérico, que convivió junto con el cristianismo durante muchos siglos (aunque también se ha llegado a considerar que es un derivado del segundo), en el cual se enseñaba que la salvación se conseguía por medio de un conocimiento espiritual y profundo sobre el ser y el mundo, y que fue Jesús quien lo reveló. Dichas convicciones llevaron a las instituciones eclesiásticas que se consideraban a sí mismas ortodoxas a denominar el gnosticismo como herejía. Por tanto, esta acusación contra el Evangelio de Tomás también es sostenida generalmente por los miembros de las comunidades cristianas, en un intento por preservar el dogma de que la Biblia cayó del cielo por parte de Dios. No obstante, existen otros estudiosos que están en desacuerdo con dicho juicio, como es el caso de Stevan Davies, quien sostiene que el Evangelio de Tomás es considerado gnóstico solo por el hecho de haberse encontrado junto con otros libros que sí tienen la influencia de este pensamiento.
El gnosticismo presenta un conjunto de creencias misteriosas y cosmovisiones complejas. El Libro apócrifo del apóstol Juan (también hallado a la par con el Evangelio de Tomás) es un reflejo de aquellas creencias, las cuales se encuentran totalmente ausentes en el manuscrito tomasino. Muchos también apelan al vocabulario críptico del texto y a los significados ocultos que el mismo evangelio dice tener para considerarlo como gnóstico. Sin embargo, ya se ha demostrado que dicha manera de hablar no es rara en Jesús, y los evangelios canónicos, especialmente el de Juan, son testimonio de ello. Incluso en Mateo 10, 27, el mismo Jesucristo declara haber contado cosas en secreto a sus apóstoles. Con base en todo lo anterior expresado, no existe un apoyo fijo y certero que permita calificar al Evangelio de Tomás como texto de otra creencia. Aunque cierto contenido luzca distanciado del cristianismo tradicional (en cualquiera de sus divisiones), tampoco puede afirmarse que sea completamente ajeno a él.
Por otra parte, se sostiene que el Evangelio de Tomás es una creación posterior a los escritos que conforman el Nuevo Testamento. Según los análisis hechos a este documento, su origen data entre el siglo III y el siglo IV. Esa prueba le sirve a muchos de argumento para ilegitimar a Tomás. Pero hay que tener presente que el manuscrito que se descubrió es realmente una copia de una edición griega. Existen muchas hipótesis sobre el año y el lugar de procedencia del evangelio tomasino original; algunos la ubican durante la segunda mitad del silgo I, mientras que otros indican una fecha más tardía. Y en cuanto al lugar, se considera que provendría de Siria, país en el que, según algunas tradiciones, el apóstol Tomás hizo actividad evangélica. De momento, el tiempo y sitio de origen siguen siendo un misterio.
Otro aspecto que explica la ausencia de este evangelio en la Biblia, y que quizá sea el que de verdad provocó su exclusión, consiste en que tuvo una circulación muy limitada, a diferencia de los otros escritos que hoy conforman el libro sagrado de los cristianos. En el papiro que da inicio al evangelio, dice en letras grandes ΑΠΟΚΡΥΦΟΝ. Esta palabra copta (la cual, en realidad, proviene del griego) equivale a la palabra española “apócrifo”, cuyo significado varía entre “escondido”, “secreto” y “exclusivo”. El que este manuscrito tenga dicha palabra sugiere que su lectura no estuvo destinada para todo público, haciendo que su difusión fuera muy reducida. Esto posiblemente provocó que pasara inadvertido por un cristianismo que cada vez más fue haciéndose presente en occidente y medio oriente.
La historia de Jesús contada por otras voces
El descubrimiento de los manuscritos de Nag Hammadi y hallazgos semejantes (como el Evangelio de Pedro y el Evangelio de Judas Iscariote) permitieron conocer que no solo hubo 27 libros relatando la historia de Jesús de Nazaret y de sus allegados, sino que existieron muchos más. Y aunque estos textos fueran rechazados por diversas comunidades cristianas y aún lo sigan siendo, han conseguido ocupar un espacio dentro de la historia del mundo y de la cristiandad. Por su parte, el Evangelio según Tomás seguirá estando fuera de la Biblia (cualquiera que sea el motivo), pero también seguirá siendo otra voz que dé cuenta sobre las enseñanzas de uno de los sabios más venerados en el mundo, una voz más lacónica y más misteriosa.
Bien dice el refrán: “la historia la escriben los vencedores”. Pues ahora, los perdedores tienen la oportunidad de dar a conocer su versión de los acontecimientos. El que sus varios testimonios posean o no algo de valor y veracidad quedará a criterio de aquellos que decidan tomar la labor de leerlos, escudriñarlos e investigarlos con insistencia.
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