¿Qué debería haber en televisión?
- Nosis
- 11 ago 2020
- 6 Min. de lectura
Por Daniel Hurtado
Incluso cuando haya gente que rebosa de obligaciones y quehaceres, no se puede negar que todos vemos televisión. De pronto los únicos que no han de ver televisión son aquellos que han acogido la vida monástica o eremítica (si es que todavía hay gente que tiene ese deseo), o bien: gente a la que no le genera ni el más mínimo interés la programación que hay. No importa que la vean por múltiples horas o solamente un par de minutos al día, hay que reconocer y aceptar que se ve televisión. Se puede decir: “¿Y a qué viene todo este asunto sobre el tiempo que se invierte en esta actividad?”, de hecho no viene a algo. Sin embargo, puesto que se puede afirmar que vemos televisión, no importa por cuanto tiempo, quiero partir de ahí y proceder a hablar del tema de este ensayo. Vemos televisión, ¿cierto? Pero ¿Qué nos transmiten esas cajas repletas de cables y circuitos? ¿Para qué vemos lo que nos ofrece? Y la pregunta más importante: ¿Qué nos deja la televisión? Es sobre esta última pregunta que versará este ensayo (aunque no estaría mal que cada quien reflexionara sobre las otras dos). Porque es importante saber qué le estamos dando a nuestro cerebro y a nuestras emociones.
En la televisión, sea colombiana o de cualquier otro país, podemos ver toda variedad de programas, eso es bien sabido. Desde dibujos animados para niños en edad preescolar, hasta programas pornográficos, vistos aun por viejos que ya dentro de poco se van a acostar en un ataúd. Pero viéndolo de otro modo, el que haya todo ese manojo de programas representa un cúmulo de información en espera de ser asimilada por nuestra mente, teniendo como resultado el origen de sentimientos tan variados como la programación que hay en dicho medio. Es necesario recordar que uno habla y hasta acoge ciertas conductas, gracias a los sentimientos que se producen en la vida de uno; y tales emociones, a su vez, son el producto de lo que razonamos, y lo que razonamos es producto de todo lo que percibimos: una palmada en la espalda, el ácido sabor del limón, y claro: un noticiero del medio día que informa sobre un caso de maltrato animal.
Teniendo presente lo anterior, la televisión es, en últimas, un medio por el cual se puede acceder a gran cantidad de información de la cual se pueden aprender bastantes cosas. Recuerdo que cuando estaba en noveno grado, un compañero afirmó que había aprendido de sexualidad viendo South Park (no puedo recordar cómo se había llegado a ese tema). En vista de que hay programas donde su base es la de un humor muy verde y gráfico, como el ya mencionado, es razonable que haya gente que aprenda temas de carácter sexual; después de todo, uno habla lo que razona, y razona lo que percibe.
Siendo que la televisión es un medio bastante influyente, conviene preguntarse lo siguiente: Si la televisión nos puede enseñar varias cosas, ¿qué programas debería de tener?
La televisión no sólo es un medio informativo, sino también un medio de entretenimiento. Puede que en estos últimos años su papel como entretenedor esté siendo lentamente quitado por el internet y por repositorios de contenido tales como Netflix, sigue estando en pie, gracias a que todavía existe audiencia que suple sus deseos de ocio en este medio. Esa característica es la se ha de destacar, y con la cual se puede afirmar que la televisión ha de ser entretenida.
Sin embargo, ese entretenimiento que la televisión provea no ha de consistir en la grosería repetitiva e inútil, ni en la asquerosidad sugestiva y excesiva, ni en la violencia grotesca y morbosa, que solo a un enfermo mental podría ocurrírsele. Y ahora que se toca ese asunto de la violencia en la televisión, no está mal que esta se represente de una manera cómica, incoherente y moderada, a tal punto de volverse graciosamente absurda, como sucede en El coyote y el Correcaminos o en El Chavo del ocho, ya que, al fin y al cabo, la violencia de aquellos programas no tiene por fin alimentar un desagradable morbo por la sangre y tripas derramadas, tan propia de las mentes de algunos animadores, sino el de hacer reír. Puede que, si los televidentes son niños, se requiera de una guía por parte de alguien responsable para evitar que los pequeños lleven a cabo alguno de esos comportamientos levemente violentos u ofensivos (como gritarle a alguien “¡Chusma, chusma!”). Por otro lado, sería ridículo el adulto o joven que llevara a cabo esos comportamientos.
En resumen, la televisión ha de ser entretenida, valiéndose de una violencia ligera y cómica, pero jamás llegando a algo más allá de eso. Y si bien hay programas que no son comedia y se valen de la violencia, esta debe usarse moderadamente y solo como parte del argumento (aunque aquellas escenas que sean demasiado violentas han de omitirse, pues se sobreentendería la acción en dichos momentos, siendo inútil mostrarlas), o incluso como objeto de reflexión. Así como somos tan modernos como para ya no darnos gusto ver la decapitación pública de un criminal (aunque no faltan algunos cavernícolas u oscurantistas del siglo XXI que sí les gustaría ver tales espectáculos) o una corrida de toros, también deberíamos serlo para no ver esos programas cuyo único fin es alimentar el morbo de ver gente matándose y torturándose.
Pero es necesario que resalte un detalle respecto a lo del entretenimiento.
También es bien conocido que existen programas de chismes (término mal usado puesto que, de acuerdo a cualquier diccionario, el chisme significa decir algo falso contra a alguien, en lugar de entrometerse en la vida ajena), los cuales incluso tienen su segmento dentro de un noticiero. Esta clase de entretenimiento es algo que debe censurarse, puesto que, realmente, carece de valor alguno, ni para la formación ni para el humor de ninguna persona. Hay gente que se entretiene sabiendo la infidelidad de cierto cantante o actor, o bien sus vacaciones en algún lugar exótico, pero eso es porque no han sabido educarse en ese aspecto. Porque, la verdad, ¿a quién debería importarle la pareja de un jugador de fútbol? Ni que dicho personaje fuese Dios o alguna figura importante resucitada. Por otro lado, los programas de chismes también son seriamente contraproducentes, puesto que afectan la vida privada de las personas, cosa ha de considerarse un derecho imprescindible y totalmente respetable. Una persona puede gozar de cierta notoriedad entre las demás, pero de todos modos sigue teniendo derecho a la privacidad, cosa que todos tenemos y deseamos que se nos respete.
Volviendo con la idea de la televisión como medio informativo, también considero que la televisión debe de educar apropiadamente a las personas, nutrirlas culturalmente y hasta concientizarlas abiertamente de las problemáticas sociales; inclusive los dibujos animados han de encargarse de eso. Puesto que en este mundo existen incontables adversidades de diversas índoles, es necesario que mediante la televisión se transmita contenido que nos aporte culturalmente. En este aspecto, lo ideal sería que quienes forman parte del gobierno no metieran sus narices en este asunto, puesto que son ellos, principalmente, quienes no quieren que estemos enterados completamente de las situaciones del país ni del mundo, y hasta son los responsables de la ignorancia de sus soberanos (por algo la educación en algunos países no es gratuita, mientras que el servicio militar es de carácter obligatorio). Si bien hay países donde la ignorancia no es tan frecuente, de todos modos ocultan ciertos conocimientos a las personas del común.
Los humanos somos seres que aprendemos de nuestro entorno, y durante nuestro proceso de aprendizaje es común, a veces necesario, imitar para así poder desempeñar desde acciones simples como caminar, hasta ejercicios complejos como los pasos de un ballet. Como la televisión hace parte de ese entorno en el que nos encontramos inmersos, es importante que este medio sea un recurso que nos nutra y nos forme como mejores personas, enseñándonos valiosas lecciones de vida y el cómo resolver las adversidades que se encuentran en este mundo. Y como también es muy importante reír, la televisión también ha de ser un medio que nos entretenga y nos permita pasar un rato divertido; siempre y cuando sea una diversión sana. Una persona puede ser de buena conducta, bien educada y culta, y al mismo tiempo tener algo de buen y sano sentido del humor.
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